Los pliegues del tiempo…
He aquí dos modos de eternidad, dos dioses de lo eterno:
Kronos: el eterno nacer y perecer; y Aión: el eterno estar y
retornar, lo que hay entre nacer y morir. Entre nada y nada. Lo pleno. Kronos:
La duración. El espacio de tiempo que hay entre la vida y la muerte; y Aión: el
tiempo pleno de la vida sin muerte. Kronos: El presente con su pasado y su
futuro (yo me acuerdo de…, lo que voy a hacer mañana…, lo antiguo pasado de
moda, lo novísimo deseado y, en cuanto sale, ya muerto); y Aión: el pasado-futuro
independientes del presente. Un pasado futuro que es una antigüedad como la
griega, que transforma cada vez que aparece y no tienen nada que ver con lo que
fue Grecia realmente.
Pero Kairós es un Momento-lugar único e irrepetible que no
es presente sino siempre está por llegar y siempre ya ha pasado. Que nos
sobrevuela. Un tiempo que podemos intentar violentar y medir, pero al que
nuestras medidas abstractas no le afectan pues tiene su propia medida cada vez.
El kairós, el instante. Es un tiempo, pero también un lugar,
un espacio distinto del espacio de la duración o del recorrer las manillas del
reloj. Lugar-tiempo donde se nos arrebata de Kronos y se nos sitúa en Aión. Es
el Acontecimiento. Aquello respecto a lo cual siempre vamos detrás. Lo que hace
aparecer el tiempo puro o Aión en medio de kronos, violentando la normalidad de
kronos y haciendo que todo cambie.
Kronos, el tiempo cronológico. Kairós, el tiempo de la oportunidad. Aión, el tiempo circular.
Kronos, el tiempo cronológico. Kairós, el tiempo de la oportunidad. Aión, el tiempo circular.
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